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martes, 19 de abril de 2016

Fitero no puede permitirse







El hundimiento demográfico fiterano encierra varios factores a tener en cuenta. Podríamos incidir en el progresivo éxodo de los habitantes de la villa hacia las grandes ciudades, advertido ya en los años treinta del siglo pasado por el secretario del Ayutamiento de la villa Don Joaquín Mustienes (como curiosidad señalaremos que fue el primer encargado de la centralita telefónica de la villa, ubicada en su casa del Paseo San Raimundo número 31, a partir de 1924, año en que apenas una docena de fiteranos se podían permitir la suscripción a un servicio entonces reservado para fortunas y comerciantes, valga la redundancia en aquel momento).

Cabría señalar que Fitero ha sido víctima de la falta de inversiones públicas. Y también podríamos referirnos aquí a la pesadilla que supuso la llegada del tren, de la que hay constancia en numerosos escritos. De la mentalidad ultraconservadora en terreno económico de sus habitantes, influidos sin duda por la constante y asfixiante presencia de elementos religiosos en la vida pública fiterana en los últimos siglos. Del adiós de algunas de las grandes fortunas, que desinvirtieron y se largaron, dejándose tan solo por el camino la hoja padronal.

El futuro 

Dice Iñaki Gabilondo que acaba de emprender su penúltima aventura profesional con la puesta en pie de Cuando ya no esté, programa en el que se rodea de científicos, filósofos, economistas y psicólogos para comprender como será la vida dentro de un cuarto de siglo. En el debut de este espacio, el reputado antropólogo Juan Luis Arsuaga tan solo hizo una predicción con clara rotundidad: "De lo único que estoy seguro es que dentro de veinte o cincuenta años cada vez más gente, y al final todos, viviremos en grandes ciudades con muchos millones de habitantes. Ese es un cambio importante".

Los Estados modernos traen aparejados modelos de desarrollo que comprenden el lastre económico que suponen los pequeños núcleos poblacionales, deficitarios desde un insensible prisma macroeconómico. Según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística, entre 1996 y 2014 el 56% de las localidades españolas han perdido población, derivando este constante éxodo en el vertiginoso crecimiento de ciudades como Zaragoza, que tan solo entre 1992 y 2010 vio como su padrón se nutría de 100.000 nuevos vecinos.

No sabemos los mecanismos precisos para conseguir inyectar vida a la histórica villa de Fitero, pero está claro que la localidad debe emprender un plan de emergencia donde deben constar varios puntos de obligado cumplimiento:

-Fitero no puede permitirse un día más contar con un polígono industrial que no tenga la capacidad necesaria en cuanto a suministros para acoger a una gran empresa.

-Fitero, con su casco histórico desierto de almas, no puede permitirse que sea más barato y fácil comprarse una casa en Cintruénigo que en una localidad con la crisis demográfica como la que sufrimos.

-Fitero no puede permitirse vivir asfixiado en las partidas aparejadas a la inversión mientras tiramos la casa por la ventana con gastos tan estériles como complicados para algunos de recortar por su impopularidad (fiestas y demás).

-Fitero no puede permitirse no contar con un plan que busque la repoblación y no contar con un plan que busque un estímulo empresarial.

Es cierto que en los últimos meses Fitero ha ganado músculo vital tras el retorno de la pluralidad política, tras ciertos recortes económicos en el Ayuntamiento, tras la depuración de varios puestos clave en la Residencia y tras advertir ciertos síntomas positivos en cuanto a transparencia. Pero aun así los jóvenes fiteranos heredan de sus mayores un erial complicado de gestionar para unas nuevas generaciones que por desgracia no tendrán más remedio que caer en la tentación de mirar al pueblo como un lugar de vacaciones en vez de advertir que Fitero podría ser un lugar idóneo donde trabajar, prosperar, reír, llorar, ver crecer a sus hijos y en definitiva, vivir.

Fitero, con un patrimonio artístico espectacular, con unos recursos naturales envidiables, con un legado histórico de primer orden, con un vasto tejido cultural, con unas tradiciones características y con unos reconocidos elementos positivos en nuestro ADN, no se merecería que nuestros bisnietos se vean condenados a venir la víspera de la festividad de la Ascensión a comerse la empanada a un paraje abandonado y preso de la vegetación donde lo único que quede vivo sean algunos lejanos recuerdos.

PD: En la puerta de la Iglesia de uno de los tres mil pueblos y aldeas abandonados en España, Pueblo Viejo de Belchite, se pueden leer pintados a mano los siguientes versos: "Pueblo viejo de Belchite / ya no te rondan zagales / ya no se oirán las jotas / que cantaban nuestros padres".

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